Un homenaje a Joe Cocker

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Buen viaje, Mr Cocker.
joe cocker

Los ochenta se sobrecargaron a medida que avanzaba la década. Los ampulosos trajes y el maquillaje, como todo lo chillón y llamativo, empezó a ser tan pesado que casi nadie llegó vivo a los noventa. Los proyectos del glam que comenzaron diez años antes Bowie, T-Rex o Queen (independientemente de su calidad musical), cubrió su cenit a mediados de los ochenta, y lo más fácil fue echar una vista atrás hacia aquellos que habían revolucionado la música popular.

La actuación de Woodstock en 1969 de John Robert Cocker, un joven fontanero británico que había tenido una suerte dispar haciendo versiones de los Beatles, es más que recordada. Aquellas voces femeninas que estallaban contra la suya en “With a Little help from my friends”, una versión del tema de McCartney publicado dos años antes, causó sensación. Ese movimiento eléctrico, más propio del artista callejero que de un músico, al que ya se veían bien sus espasmos, sus entradas capilares y una incipiente barriga, captó la atención de todo el público, cosa, que dicho sea de paso, en Woodstock no era nada fácil. Por cierto, el guitarrista de estudio de este tema fue, nada más y nada menos, que un desconocido Jimmy Page.

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El affair con estos artistas debía ser recuperado, y así es como Ray Charles, AC/DC, Aerosmith o el propio Cocker, después de la deriva de las drogas y el alcohol que les persiguió (y mató en más de un caso) a través de los opacos setenta, con la heroína puesta en el altar, volvieron a la primera línea. El caso particular de Cocker se lo debió a Hollywood. Con una voz rota que lo caracterizaría de ahí en adelante, y con un manager que se desvivió por él, consiguió juntarle a Jennifer Warner para la banda sonora de la película “Oficial y Caballero”, en 1982. El tema, culmen de la fuerza indivisible del amor para toda una generación de adolescentes y no tan adolescentes, se llevó el Oscar.



De ahí en adelante, Cocker recorrió un más que amable sendero de éxitos. Nunca fue un artista, pero sí un gran intérprete que tuvo la audacia de rescatar viejos temas poco valorados de creadores anteriores y convertirlos en hits. “Unchain my heart”, “N’oubliez jamais”, “You´re so Beautiful” engrosan una lista que colocaron a este hombre que vestía o bien traje o bien cazadora de cuero, con un aspecto impecable de bebedor curtido (cosa que realmente era).

Nunca abandonó esa imagen de hombre malogrado que acababa bebiendo a morro y sin mesura las mieles del estrellato. “Feels like forever” o “Have a Little faith of me” fueron compuestos para su particular sentido de un soul rockero bastante ameno, movido por voces corales de atractivas mujeres y pianos y saxofones tan sugerentes como despiadados. Pero si existe un tema que le encumbró, ése fue “You can leave your hat on”, banda sonora de la tórrida “Nueve semanas y media”, en la que Kim Basinger realiza un atípico y culinario streaptease ante la mirada agradecida y complaciente de Mickey Rourke. De nuevo, un viejo blues, en este caso de Randy Newman, se convierte en un temazo de blues rock que siguen agradeciendo no sólo los aficionados a desvestirse lentamente, sino cualquier amante de la buena música.



Pero, igual que en los sesenta, las siguientes décadas no le fueron tan gratas, aunque nunca dejó de ofrecer conciertos y grabar discos. A Joe Cocker hay que agradecerle hacer atractivo para la mayoría del público estilos menos populares como el soul o el funk, que nunca abandonó, potenciado por su particular manera de entender el rock and roll y el blues, siempre dentro del espectáculo y la estridencia. A su vez, esa manía suya de grabar viejos clásicos desconocidos, y versiones más famosas de clásicos indudables (No hay version de “When a men loves a Woman” que no sea la suya), acercó a nuevas generaciones a artistas que él admiraba allá en su época de juventud, que por su aspecto es difícil asimilar que la tuvo. Buena prueba de ello es el tema con el que nos despedimos, de 2001, en el que a pesar de los años y el anonimato, no había perdido ni una pizca de su esencia.

Buen viaje, Mister Cocker.

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Artículo por Christian De González.

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