Durante las sesiones de grabación de su álbum Homogenic, Björk comentaba que éste representaba para ella un rompimiento con los “grandes hits” de la primera época de su vida, esos que había incluido en sus dos primeras producciones. Ese disco era, sin embargo, una vuelta de hoja, el inicio de un nuevo capítulo. Casi dos décadas después, la islandesa ha cambiado nuevamente de página para desprenderse de un doloroso rompimiento en Vulnicura, su primera producción en cuatro años y que ella ha asegurado es “la más personal hasta el momento”.
Que yo mencione Homogenic no es casualidad. En su momento, la cantante decidió que esa placa sólo incluyera beats y cuerdas, como una manera de enfocarse y producir algo más simple y definido. Ahora, en medio del duelo por la ruptura de su relación con Matthew Barney, la intérprete ha regresado a esas mismas bases y ha puesto las cuerdas nuevamente en un primer plano, aunque esto no significa que también haya vuelto la deliciosa simplicidad y frescura de sus primeras producciones. Por el contrario, el nuevo disco de Björk combina su amor por la gran orquestación con la complicada electrónica que utilizó en sus dos anteriores intentos. Así, nos encontramos con una especie de lucha entre el corazón y el cerebro, lo que ha dado como resultado un trabajo interesante pero no perfecto, volátil y sorpresivamente candoroso, aunque también disperso y quizá un poco accidentado.
Ya desde el primer tema, “Stonemilker”, se muestra la teatralidad de las cuerdas que Bjork utilizó con preciosos resultados en su tercera grabación, aunque este también es un track largo de hechuras poco convencionales, tanto como sus más recientes intentos. En la letra, escrita aparentemente “9 meses atrás”, se nota la intuición del que sabe que el final se acerca pero aún espera que la otra persona luche por superar los problemas y “la comprenda emocionalmente”. De este modo, Björk inicia este nuevo viaje con un tema muy bien enfocado en sus propósitos y por lo tanto de los mejores de la producción.
Hay que decir que tanto en este como en el segundo tema del álbum, “Lionsong”, encontramos a la maravillosa intérprete que parece hemos perdido poco a poco con el paso del tiempo y, quizá, el esfuerzo de su voz. Con esto no quiero decir que su capacidad interpretativa haya disminuido un ápice, pero es un hecho que con los años ha habido un cambio en su manera de cantar debido a la misma experimentación, la falta de melodías tradicionales e incluso la operación por la que ha pasado. Esto se vuelve obvio conforme se recorre la producción, pues su voz se hace cada vez más pausada, con una pronunciación demasiado calmada y casi teatral que lleva al extremo cada silencio, como si el dolor la hubiera transformado con el paso de los meses, tal y como se relata en el librillo. Desafortunadamente, esta manera de interpretar las melodías termina por ser un poco aburrida y producir pausas incómodas, especialmente al final del disco.
El antes y el después lo marca musicalmente “Black Lake”, una oda al dolor de 10 minutos que por momentos llega a ser desgarradora y sombría. Le letra, interpretada con esfuerzo y el corazón en la mano, examina el amor terminado dos meses después, haciendo un recuento de todo lo que salió mal. Aunque las pausas que contiene el tema llegan a aburrir, hay algo tan visceral en la manera en cómo está compuesta, en su perfecta combinación de cuerdas, beats y voces, que poco a poco y con cada escuchada se convierte en otra de las joyas de la producción, a diferencia de “Family”, en la que repite los mismos trucos, aunque con resultados menores.
Ya para “Notget” nos encontramos revisando su relación con un punto de vista más sosegado. Esto también se nota en la música, que sigue haciendo uso de las cuerdas pero ya no en primer plano, más bien compartiendo el control con los sonidos electrónicos. Tan procesado parece estar el dolor para estos momentos, que la islandesa incluso se da el lujo de asegurar que “el amor nos salvará de la muerte”.
“Atom Dance” es quizá la cumbre de esta lucha entre el corazón y el cerebro que mencioné al principio. Mientras la primera parte lleva el mismo patrón de cuerdas dramáticas, sonidos y pautas electrónicas, en la segunda algo se descompone con la llegada de Antony Hegarty, produciendo un pastiche sonoro que por momentos es abigarrado y por segundos se muestra extraviado, en una especie de pelea de amantes que desperdicia totalmente los talentos del vocal estadounidense.
De hecho, Björk llega totalmente desdibujada al final. “Mouth Mantra”, penúltimo track de la producción, combina los mismos instrumentos, las vocalizaciones grandilocuentes y las poderosas cuerdas pero es más experimentación que canción. Además, pasamos de revisar los errores y aciertos de una relación a hablar del amor como algo más universal, en una especie de regresión a las temáticas del Biophilia, aunque desde un punto de vista más emocional.
Disco de conflicto más que de concepto, las apenas nueve canciones que lo conforman demandan numerosas escuchadas y paciencia para conocer sus rincones. Es de notar que, con todo y las emociones corriendo a flor de piel y la fragilidad del momento, la islandesa no se ha rendido al impuso de crear temas más tradicionales, prefiriendo la línea experimental marcada por Biophilia o Volta, algo que quizá también tuvo que ver con la colaboración del productor y DJ Arca.
Es cierto que el corazón roto le ha dado a Bjork un nuevo aire, de ahí que esta placa resultará mucho más atractiva para aquellos que extrañaban a la intérprete más que a la científica, demandando únicamente paciencia para desvelar sus acordes. De hecho, si lo comparamos con lo último que le hemos oído, este disco se destaca enormidades. Sin embargo, la lucha entre mantener la cordura y dejar escapar el dolor ha traído también un álbum complicado que sube y baja pero no logra mantener su nivel hasta el final, con melodías alargadas y sobre estimuladas que no parecen tener otro propósito que enmascarar la pena, lo que es una lástima, teniendo en cuenta que normalmente los discos de rompimientos siempre resultan muy atractivos para la escucha casual.
Conclusión
Vulnicura es un álbum sólo para fans de hueso colorado y aventureros con conocimiento de los mares sonoros de esta cantante. Aunque también parece ser, esperemos, el inicio de un nuevo y emocionante capítulo en la vida musical de nuestra islandesa preferida.
Ficha
Discográfica: One Little Indian
Fecha de publicación: 20 de enero de 2015 (originalmente previsto para marzo de 2015)
Tres canciones fundamentales: “Stonemilker”, “Lionsong” y “Black Lake”
Escúchalo: aún no disponible en streaming
Cómpralo: en Amazon o en iTunes
Portada
Listado de temas
- Stonemilker (6:49)
- Lionsong (6:16)
- History of Touches (2:56)
- Black Lake (10:04)
- Family (7:57)
- NotGet (6:23)
- Atom Dance (con Antony Hegarty) (8:08)
- Mouth Mantra (6:06)
- Quicksand (3:48)
Gira
Björk tiene algunos conciertos confirmados en Nueva York en el mes de marzo, pero nada más por ahora en su agenda para el resto del mundo. Más info en su Facebook oficial.