Qué ver hoy: uno de los mejores documentales de rock de la historia y dirigido por Scorsese

Una visión obligada para amantes del rock y, sobre todo, de los puristas de los años 70.

No podemos dejar de recomendarte el mítico documental de Scorsese sobre The Band. Aquí van unas cuantas razones para verlo.

Trailer de «The Last Waltz»

El último vals (The Last Waltz en su título original) fue el concierto de despedida de The Band. Martin Scorsese (Taxi DriverToro SalvajeUno de los nuestros) se encargó en rodar el correspondiente documental, que en la actualidad está considerado uno de los mejores de la historia del rock junto a otras joyas —en mi criterio— como Don’t Look Back (Bob Dylan), Stop Making Sense (Talking Heads) o Cracked Actor (David Bowie), por poner ejemplos. 

Después de 16 años en la carretera, The Band tomó la decisión de despedirse de los escenarios. El lugar elegido fue el Winterland Ballroom de San Francisco, célebre por los conciertos de las bandas punteras de la época. Y, en especial, por ser el último en que los Sex Pistols tocaron antes de desintegrarse. A la cabeza me viene la inmortal despedida de Johnny Rotten: «¿Alguna vez han tenido la sensación de haber sido engañados?». Una frase para enmarcar. 

El sonido de The Band mezclaba rock, blues, folk, rhytm and blues, soul, jazz, country y gospel, con mucha clase, sentimiento y alma. Los miembros del combo eran los siguientes: Rick Danko (bajo), Levon Helm (batería), Garth Hudson (órgano), Richard Manuel (teclados) y Robbie Robertson (guitarra). Me llamó la atención que todos fueran compositores, cantantes e intercambiaran instrumentos durante el espectáculo. Músicos de primer nivel, sin duda alguna. 

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Durante las entrevistas de rigor que aparecen en el documental, los comentarios de The Band son perspicaces y llenos de ironía, en los que cuentan multitud de anécdotas. Tuve la sensación de que eran tipos de la calle, humildes, sin ninguna clase de pretensiones. Resulta evidente que amaban la música, conocían de memoria el mundo del espectáculo y disfrutaron de todos los placeres —dinero, sexo, drogas y rock & roll— que podía ofrecerles su profesión. Las chicas en primera línea en todo momento. ¿Qué sería de la industria sin las groupies?…

El último vals es cine de autor, con un montaje espectacular que sacrifica el orden original de las canciones a favor de su propia narrativa interna. Siempre es un placer ver cómo rueda Scorsese: saltos temporales, la actuación entre bambalinas —«Evangeline»— con Emmylou Harris, The Staples, poetas beat como Michael McClure y Laurence Ferlinghetti, la presencia cercana del público que casi puede rozar a los músicos, la química sobre las tablas de los implicados… Una maravilla. 

Según la leyenda, al resto de The Band no les agradó el enfoque del director, que dio más protagonismo a Robbie Robertson, como si fuera el líder del combo. Puede que la amistad entre Scorsese y Robertson —ambos colaborarían en diversas bandas sonoras— tuviera algo que ver con el asunto, en especial las correrías cocaínicas que compartieron durante sus años dorados. 

El show de The Band a pleno rendimiento, con metales y coristas, causa impresión. No faltan temazos como «Up On Cripple Creek», «This Wheel’s on Fire«, «Ophelia» o «The Shape I’m In». La lista de prestigiosos invitados —prepárense que vienen curvas— que acompañaron al grupo causa impresión: Ronnie Hawkins, Dr. John, Paul Butterfield, la leyenda —palabras mayores— Muddy Waters, Eric Clapton —duelo de titanes guitarrístico con Robertson—, un Neil Young —tuvieron que eliminar en postproducción las huellas de cocaína de sus fosas nasales— pasado de vueltas, la maravillosa —como siempre— Joni Mitchell, Neil Diamond, un electrizante Van Morrison que conquista al respetable con su magia, Bob Dylan y, como colofón, durante la apoteósica «I Shall Be Released», en la que los mencionados suben al escenario, aparecen Ringo Starr y Ron Wood. Pelos de punta. El último vals resulta un espectáculo difícil de superar. 

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La magia de los setenta…

Aunque la banda continuaría sin Robertson —que falleció el pasado mes de agosto— durante décadas posteriores, aquel concierto —entre la celebración, alivio y tristeza— fue el cierre de una época gloriosa. Una despedida inmortalizada por las cámaras a la altura de las circunstancias. El último vals es de visión obligada para los amantes del rock, en especial, de los puristas de los setenta. Que nadie se la pierda, por favor. 

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