Napoleón de Ridley Scott se estrena en cines el 24 de noviembre en España y está llamada a ser uno de los biopics del año. Ya la he podido ver. ¿Qué tal está? Te lo cuento.
Napoleón se coloca sin duda como uno de los estrenos no de la temporada, sino del año. Ridley Scott es uno de los grandes directores de la historia del cine (padre de Gladiator, Blade Runner, Alien, American Gangster… casi nada), así que cualquier cosa que filme hay que mirarla, como mínimo, a través de la óptica del profundo respeto. Sin embargo, todo hay que decirlo: es un director quizá demasiado tendente a la grandilocuencia, a la exaltación, al mucho ruido y pocas nueces. Y en Napoleón no iba a ser menos.
Antes de nada: es imposible hacer un biopic perfecto. La mejor película biográfica es un documental, es el único medio capaz de acercarse al realismo de un personaje histórico. Y más si ese personaje es uno de los más importantes, controvertidos y cruciales de la historia de la humanidad, sin duda un hombre que marcó el devenir de Francia (y de buena parte del mundo). Y lo peor es que salgo del cine sin la sensación de haber visto algo acorde a esas expectativas. Me deja frío el Napoleón de Ridley Scott.
En general, hacer una película biográfica sobre un personaje histórico, por muchas licencias artísticas que le dejemos tomarse al director (y algunas cuesta digerirlas) es muy complicado, porque se suele caer en el simplismo y en el sesgadísimo retrato de una persona de la cual todos tenemos ya una idea preconcebida en la cabeza. Y digo más: se suele caer en la mala costumbre de convertir al personaje en una suerte de superhéroe al que le falta la capa y poder volar.
Rompo una gran lanza a favor de la película y es que, pese a su larga duración (2 horas y 38 minutos), es entretenida. El velocísimo hilvanado de escenas, no manteniendo ningún plano más que unos segundos, le resta profundidad pero hace que inevitablemente mantengas los ojos en la pantalla.
La música aporta mucho a lo anterior pues es intensa, bonita y construye mayor fondo dramático que el aportado por muchas otras imágenes. La base de piano le aporta un gran toque clásico, con piezas reconocibles que ayudan a avanzar y dar saltos en la historia de una a otra batalla o hito histórico. En las batallas es grande, elevada y épica, muy al epopéyico estilo de la película.
Otra apreciación bastante personal por mi parte: no puedo meterme en la vida del emperador de Francia, ambientada en Francia y con la enorme mayoría de personajes franceses en la que todos hablan inglés. Creo que se dice alguna frase en francés durante la película (y una es Vive la France!, menos mal). Me expulsa completamente de la historia y crea situaciones bastante cómicas como que estén hablando con un perfecto acento inglés (además, inglés americano) sobre un próximo ataque a los ingleses. Más cómico aún es ver al zar Alejandro I de Rusia negociando y entendiéndose en un perfecto inglés con Napoleón Bonaparte.
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Interpretaciones más que convincentes
Para este intento de hazaña fílmica Scott cuenta uno de los mejores actores de su generación: Joaquin Phoenix. Era el perfecto para el papel por su facilidad y virtuosismo a la hora de interpretar personajes controvertidos, compungidos, histriónicos y oscuros, como ya hiciera en Joker, Gladiator (también con Scott), Her o la reciente Beau tiene miedo.
Lo cierto es que la interpretación de Phoenix es más que convincente, logra transmitir como mínimo una parte del conflictivo mundo interior del emperador más famoso de Francia. Su gesto de piedra, su mirada a veces perdida y sus ojos amenazadores o enamorados según la situación, además de una imponente expresión corporal, nos pintan un más que correcto Napoleón. Sin embargo, es difícil atravesar ese gesto y mirar en el interior, empatizar al fin y al cabo con un personaje tan hermético.
Le acompaña Vanessa Kirby como Josefina de Beauharnais, primera esposa de Napoleón y emperatriz de Francia, y, a la postre, el personaje más importante de la película y de la vida del emperador, pues sin ella “él no sería nada”. Mientras la interpretación de Phoenix supone un muro difícil de flanquear, la de Kirby logra transmitir algo más acerca de la única mujer que amó el emperador. Las escenas juntos transmiten buenas dosis de pulsión sentimental y de duelo interno en ambos, de amor y de odio, de necesidad y de repulsión, de lo que pudo ser y no fue.
Grandes batallas con un gran problema
No olvidemos que Napoleón no deja de ser un blockbuster al que incluso no le va mal un buen cubo de palomitas. A Scott se le da muy bien filmar escenas de acción trepidantes con caballos, espadazos, miles de tropas, algún que otro cuello rajado y sangre por el suelo. Logra que todas las batallas sean entretenidas y que nos tapemos los oídos como hace Napoleón (al principio, ya no al final, buen detalle) cuando ordena disparar los cañones.
El problema de todo esto es el uso de texturas digitales y la creación de paisajes por ordenador. En demasiados momentos da la sensación de estar jugando a un videojuego de guerra con buenos gráficos más que en la batalla de Austerlitz. Le quita todo el realismo y la épica que podía estar teniendo y, de nuevo, me saca de la película y me introduce la mano en el cubo de palomitas.
Hay algún plano que es especialmente sonrojante como los exteriores de París o la ciudad rusa conquistada, todas con ese filtro sepia que hace que desde luego no nos transportemos a donde nos quiere llevar el director. La fotografía pierde mucho en planos de largo alcance y solo es realmente impresionante cuando el paisaje es real.
Más allá de los gráficos, como digo, las escenas de acción y batalla están muy bien llevadas y no caen, afortunadamente, en la repetición. Pero otro de los problemas es que se nos pinta a Napoleón como un extraordinario estratega sin mostrárnoslo realmente. Nos tenemos que creer que lo es y que todos sus éxitos en el campo de batalla son debidos a la capacidad intrínseca del (super)héroe. Lo cierto es que tampoco da tiempo a explicar mucho, saltamos de una guerra a otra con pequeños interludios palaciegos entre medias.
Lo anterior me lleva a recoger el guante acerca de la duración y pedirle al director que lance esa versión que dice haber grabado de más de 4 horas, donde quizá nos explique y profundice mejor en tantos episodios y caracteres fundamentales que en esta atraviesa de puntillas. Igualmente, quizá se necesitaría más una serie para acercarse a ser medianamente fiel a la historia del emperador.
Historia de una obsesión, historia de un amor
Al ver la película y a mi juicio, la historia que nos pinta Scott sobre la vida de Napoleón es la historia de un amor, más importante que todas las victorias en el campo de batalla. El amor que siente el emperador hacia Josefina es lo poco que da algo de sentido a su vida.
Vemos a un Napoleón Bonaparte profesando un profundo amor hacia su querida Josefina, obsesionado con la idea de tener un heredero y la imposibilidad de llevarlo a cabo y celoso y furioso hasta el límite con la noticia de las infidelidades de su mujer. Podemos ver algo más de este personaje tan enigmático cuando conocemos de su extrema debilidad por su amada. Hasta tal punto el amor y las obsesiones particulares del emperador son extremas que en algún momento llega a ser paródico y ridículo. Lo quisiera o no el director, le quita algo de seriedad a la historia. Los intentos de procreación en la alcoba entre ambos son (in)deliberadamente graciosos.
La historia gana mucho a nivel estético en las distancias cortas, donde más se nos muestra la intriga amorosa de Josefina y Napoleón. Los vestuarios, la pompa de las fiestas, los bailes y los recargados interiores de los palacios son preciosos y muy vistosos, y sí trasladan a la historia real, rodeada de excesos y riqueza, del personaje.
Lo malo de todo ello es que a uno le da la sensación de que se repite la misma idea machaconamente a lo largo de todo el filme: Napoleón estaba herido de amor y actuaba por y para Josefina. El guionista, David Scarpa, se encarga de repetírnoslo desde todos los ángulos posibles, cayendo un tanto en la redundancia y sin profundizar en el sentimiento real de los personajes. Al menos a mí, no me produce ninguna emoción el trágico final del matrimonio o la muerte de Josefina.
Valoración final
Estamos ante una película que quiere ser grande, que quiere abarcar muchísimo y que al final queda algo desinflada por eso mismo. De nuevo, se trata de un espectacular blockbuster basado en un personaje histórico y como tal cumple porque entretiene, pero esta lejos de tocar ninguna fibra. Al final la película se mueve entre dos polos: el campo de batalla y la intriga palaciega. El campo de batalla es pura acción y cañonazos donde no vemos al verdadero estratega que fue Napoleón. Las intrigas palaciegas son bonitas de ver por sus decorados y nos pintan un personaje obsesionado, sin profundizar en ningún sentimiento.
Se trata del Napoleón particular de Ridley Scott, que vence muchas batallas y por momentos convence, pero a nivel dramático se queda corto. Con mucha pretendida épica y pocas dosis de alma.
Ficha
Estreno: 24 de noviembre de 2023 en cines (España)
Duración: 2h 38min
Género: Drama, Histórico, Biográfico
Dirigida por: Ridley Scott
Guion: David Scarpa
Reparto: Joaquin Phoenix, Vanessa Kirby